viviendo en el Corral de la Pacheca...

Esta mañana me desperté tarde, a eso de las diez. Me despertaron las risas, las voces y... lo mejor de todo, los cantes flamencos de mi padre y sus amigos. Esas voces, esas risas procedían del sótano; dos pisos más abajo de mi catre, aún así, eran muy sonoras. Fue divertido a la par que curioso tener un despertador bajo mis pies de tal envergadura. Sonaba a tablao flamenco: se oían canturreos, acordes de guitarra y palmas. A mi nunca me ha gustado el cante flamenco (tengo un trauma infantil acerca del tema) pero me reconfortó el pensar que mi padre estaba siendo feliz al poner en práctica una de las cosas que más le apasiona en esta vida...